Celebrar el día de Caridad es comulgar con los valores de Jesús y su estilo de vida. Dar vida en abundancia. Entregarla por amor, y hacernos prójimos, hermanas y hermanos cercanas y cercanos, especialmente, de los que más sufren.
Queremos animar y despertar la solidaridad y la compasión que vive en cada persona para que nos impliquemos y nos comprometamos con un estilo de vida que transforme nuestro modelo de convivencia y lo haga más justo, solidario y fraterno.
Después de la pandemia, estamos padeciendo la guerra de Ucrania, la crisis migratoria y millones de refugiadas/os; también, la inflación, la crisis energética y los desastres naturales. Tras todo esto, vemos que miles de personas en nuestras ciudades, pueblos y barrios malviven con escasos recursos.
Son personas, solas o con sus familias, que se van quedando al margen de los sueños y de las expectativas:
• Viven situaciones de exclusión cada vez más severas, personas con un mayor deterioro psicoemocional, con mayor dificultad para superarse y para sanar.
• Se quedan sin poder acceder o permanecer en una vivienda porque ha pasado de ser un derecho a ser un lujo. Elegir entre pagar un lugar para vivir o poder comer es una constante. Nadie quiere terminar en la calle.
• Son personas de muchos lugares del mundo que huyen de la violencia, la pobreza extrema o la persecución y viven en situación de irregularidad administrativa, sin papeles, sin derechos, en las periferias.
La realidad nos abruma y sobrepasa y, poco a poco, nos va anestesiando la esperanza.
Ante la realidad de pobreza y sufrimiento que viven muchas personas, e incluso ante situaciones concretas de dolor que nos toca vivir de cerca, a veces elegimos vivir sin querer ver, ajenos a lo que pasa para permanecer aisladas/os y protegidas/os. Nos convertimos en seres insensibles, distantes y fríos, dejamos que el miedo, el egoísmo y la indiferencia entren en nuestra vida y se instalen en nuestra forma de mirar el mundo.
Abrir los ojos de forma consciente requiere nuestra disposición y voluntad para querer ver más allá de lo que nuestros ojos perciben. Necesitamos ver y detenernos para saber lo que está pasando en nuestro transitar por el camino.
Si miramos a los demás desde el juicio o la condena, podríamos preguntarnos: “Y yo, ¿cómo y desde dónde me miro?, ¿Desde la exigencia, la culpabilidad? ¿Soy capaz de mirarme con delicadeza, comprensión y perdón?” Nuestra forma de mirarnos determina cómo miramos a los demás.
Ante esta realidad, Tú tienes mucho que ver en las oportunidades que otras personas pueden tener. Lo que tu hagas o dejes de hacer, lo que puedas aportar puede dar vida, aliviar la soledad, sanar el alma, hacer que otras y otros sientan que la vida brota nueva en ellas. Nuestra tarea no consiste solamente en cubrir necesidades, sino en descubrir posibilidades para abrir caminos de esperanza. Tú tienes mucho que ver.
