El segundo domingo de Cuaresma se refiere, todos los años, a lo que llamamos la Transfiguración, o sea, la manifestación gloriosa del triunfo de Jesucristo. Dios amor, realizado en la muerte de la cruz por amor y premiado con la plenitud de ese Amor total que llamamos Dios, creador, salvador y santificador.
Cuando estamos cansados, aburridos, enfadados o desesperanzados de las cosas de la vida cotidiana es muy necesario mirar al frente y preguntarnos: ¿pero todo esto que hacemos, a dónde nos lleva? Y descubrir la respuesta: a la salvación, a la sanación, a la curación, a la humanización y a la divinización.
A esto llamamos la Gloria, el Cielo, Dios, Luz. Estamos invitadas e invitados a encontrar en la pasión de Jesús, el auténtico camino que lleva a la gloria de la vida nueva, la Resurrección. Nada de lo que hay de más humano en cada persona, aún con nuestros pecados, escapa al amor de Dios, porque Dios es sólo Amor.
El salmo de hoy es el 32 y como un grito esperanzado, realista y utópico, a la vez: ¡Qué tu misericordia, Señor venga sobre nosotras y nosotros! Nosotros aguardamos al Dios Padre-Madre: él es nuestro auxilio y escudo. En Él encontraremos la luz para continuar con fe y a tientas por la vida.