La soledad no deseada es una preocupación social creciente en nuestra sociedad. Las soledades son un sufrimiento humano innegable, frente a las cuales, debemos evaluar y repensar cuál es el papel de las comunidades parroquiales para aliviarlas.
La Iglesia debe sentirse no sólo llamada a atender con un esfuerzo renovado las soledades, sino que debe transformarse para salir de su propio espacio. Organizarse de tal manera que acompañe a las personas que sufren, desde el lugar donde viven dichas soledades.
Las soledades requieren actuaciones de mayor proximidad comunitaria que permitan articular la cercanía, la conversación, la participación... Como dice el sociólogo y sacerdote Joaquin Garcia Roca “no bastan medidas individuales, son necesarios climas comunitarios en los que se intercambien raíces".
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