Estos días hablaremos mucho sobre el impacto de la pandemia sanitaria y sobre sus consecuencias emocionales, sociales y económicas en nuestra vida cotidiana. En este sentido, la mirada de CARITAS GIPUZKOA quiere contribuir en este aniversario, a completar el puzle de visiones de lo que hemos vivido como sociedad.
Compartimos dos reflexiones y las cuestiones que nos surgen alrededor de ellas. La primera se refiere al impacto en los hogares más vulnerables y la segunda, a la gran respuesta de solidaridad que se ha despertado alrededor de la pandemia.
Es indudable el impacto socioeconómico en los hogares, en el empleo, en la educación…. Los datos objetivos de distintos actores sociales así lo avalan. CARITAS GIPUZKOA evidencia también este sufrimiento en las personas y familias que hemos acompañado desde marzo del año pasado. Un 25% de los hogares atendidos en el último año no necesitaban la atención de CARITAS GIPUZKOA antes de la pandemia. Este grupo de personas ha necesitado nuestro apoyo, fundamentalmente, por tres razones;
-Su situación previa a la Covid-19 era ya inestable y precaria (empleo precario o informal, situación administrativa irregular…)
-Los sistemas de protección social, vigentes o puestos en marcha, no contemplaban en sus políticas de atención, por ejemplo, personas que no han podido acceder a ERTE, al IMV (Ingreso Mínimo Vital), o a la RGI.
-Sus redes familiares y comunitarias son reducidas o débiles para el afrontamiento de una crisis como ésta.
Estas razones hacen de CARITAS GIPUZKOA un observatorio particular. Somos la última instancia social de atención a la que acuden las personas y familias cuando se encuentran en situaciones de gran desventaja social. Dos de las tres citadas causas, pueden ser convertidas en preguntas y devueltas al tablero del debate para la reconstrucción sociopolítica.
¿Se podrían generar herramientas sociales y revertir las situaciones de precariedad y desventaja social para que ésta y futuras crisis, impacten con menos intensidad en estos hogares?
¿Podrían las políticas públicas ampliar y ensanchar su protección social para que todas las personas puedan acceder a ingresos mínimos, a la seguridad alimentaria, a la vivienda y su mantenimiento, y a la educación de calidad?
La pandemia ha evidenciado, por un lado, los rostros desprotegidos de nuestra sociedad: las personas sin hogar, la infancia empobrecida, las mujeres en el sector doméstico o el de cuidados, las mujeres que sufren violencia en su hogar o en el ámbito de la prostitución, las personas migrantes en situación irregular… En sus proyectos de vida, se han manifestado los déficits de las políticas públicas para su atención y protección social.
Pese a ello, las políticas públicas son por su capacidad de respuesta, de gestión, de financiación, implantando medidas urgentes de protección como los ERTE, o el acceso de alojamiento para personas que pernoctaban en calle, han evidenciado ser eficaces para la contención y apoyo de miles de hogares. Son éstas las que deben desplegar la atención y protección social necesaria incluyendo a los sectores más frágiles de la sociedad.
La pandemia ha generado también, una respuesta de solidaridad formidable. Casi desde el inicio, hemos podido vivir como cientos de personas se han reconocido como posibilitadoras de cuidado, de escucha, de atención a su vecindad y han desbordado con generosidad las puertas de organizaciones como CARITAS GIPUZKOA.
Una ola humanizadora ha colocado en nuestra puerta a más de 400 personas solicitando ser voluntarias. Ello, nos ha llevado a reinventar nuestra actividad social en un contexto de distancia social y confinamiento. Una solidaridad joven que se siente responsable de las situaciones de soledad, del impacto emocional, o la pobreza, y que confía en CARITAS GIPUZKOA; en su modelo para construir un mundo más justo.
Un regalo que nos obliga, teniendo en cuenta el tercer factor de riesgo social que supone no contar con una red familiar o comunitaria fuerte, a mediar como agentes en la necesaria construcción comunitaria. Es decir, a conectar a personas que quieren ser apoyo de personas que tienen sus relaciones sociales debilitadas y necesitan escucha, cuidado y soporte emocional.
Esta solidaridad desbordante nos devuelve la oportunidad de ayudar a construir comunidades acogedoras, con vecinas y vecinos que se entrelazan para compartir y sobrellevar situaciones. Un reto que nos devuelve, a una organización como CARITAS GIPUZKOA, de base comunitaria, a la cultura del encuentro, de la mesa compartida. Reforzando lo que la misma Iglesia es, en última instancia, una comunidad cuidadora y abierta al mundo.