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“Merece la pena ser activista de Caritas”
“Merece la pena ser activista de Caritas”
EDUARDO CUESTA VOLUNTARIO

 

Eduardo Cuesta Albisua (San Sebastian, 1942). Militante social. Cercano. Gran conversador. Defiende una máxima. Y, además, para que no se le olvide, está grabada en el altar mayor de la iglesia de San Ignacio (Gros, San Sebastián): “Fuego vine a poner en la Tierra y que quiero, sino que arda”.

 

¿Qué es lo que te motivo unirte a Caritas para realizar labores de voluntario?

He vivido cuatro fases en Caritas. La primera toma de contacto la tuve en el colegio, en los Salesianos, en EGB, de la mano de Gelasio Aranburu. Aquel sacerdote, organista de la iglesia de San Vicente (San Sebastian), nos animó a atender a las personas mayores que se les ayudaba desde la parroquia: asistirles porque tenían dificultades para bajar de sus casas…

La segunda etapa la viví algunos años más tarde; a mediados de la década de los cincuenta. Caritas solía organizar una hermosa tómbola en el Boulevard donostiarra: los chavales solíamos ayudar a bajar las provisiones de los camiones, etc. Echábamos una mano.

 

La tercera tiene que ver con el barrio de Gros.

Sí. Yo soy de allí, de la parroquia de San Ignacio, donde colaboré en diferentes ámbitos.

Otra fase importante la llevé a cabo en Laguntza Etxea (ex centro de atención al inmigrante de CARITAS GIPUZKOA). Cuando se cerró recibí una llamada del área de Economía Solidaria y he estado cierto tiempo ayudando en la huerta que Caritas cuenta en el barrio donostiarra de Altza.

 

También fuiste concejal en el ayuntamiento de San Sebastián.

Sí, desde 1982 hasta 1987. Trabajé en el ámbito social; fui concejal delegado del alcalde Alkain.

 

La Acción Social ha estado muy presente en tu vida.

Así es. Cuando estuve en el ayuntamiento me tocó llevar esa sección: ayuda domiciliaria, comedores sociales… Esa inquietud social lo ha heredado mi hija mayor. Pero a lo bestia. No sabe decir que no.

 

Eres uno de los impulsores de la ikastola Herri Ametsa de barrio de Herrera (San Sebastián).

Se organizó una junta de padres y estuve inmerso en esa iniciativa junto con, entre otros, Juan Ignacio Goñi, que años después coincidimos en Laguntza Etxea como voluntarios. La ikastola ya ha cumplido 50 años.

 

Volviendo a Caritas ¿Laguntza Etxea te marcó de una manera especial?

Sí. La convivencia fue muy buena. Estuve rodeado de buenos profesionales de Caritas, las/os trabajadoras/es sociales, así como de voluntarias/os. Se hizo una gran labor.  

 

¿Aprendiste de las personas -colectivo inmigrante- que se acercaban a Laguntza Etxea?

Sí. Sobre todo, me llamó la atención, la moral con la que acudían. A pesar de todo lo que les tocaba socialmente vivir, su actitud, era ejemplar. Me impresionó su gran humildad.

 

Y la huerta ¿qué te ha proporcionado?

He aprendido otra serie de cosas. Me ha vuelto a enseñar y ratificar lo que pensaba de las personas inmigrante: que hay que ayudar y colaborar con ellas/os desde la cercanía. Las personas extranjeras que acuden a trabajar en la huerta, el voluntariado y los trabajadores sociales, componen un gran equipo. He estado encantado. 

 

Imagínate que vas paseando por San Sebastián y te para una persona. Es una encuestadora. Te pregunta: ¿Qué es para ti Caritas?

Una entidad en la que se puede confiar y en la que ha sido un lujo participar como voluntario. Merece la pena ser activista de Caritas.

 

 

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