
Hoy, 20 de febrero, las Naciones Unidas nos llaman a conmemorar el Día Mundial de la Justicia Social. En este contexto, compartimos el artículo de opinión escrito por la responsable de Comunicación, Incidencia y Voluntariado de Caritas Gipuzkoa, Mabel Cenizo, en el que reflexiona en torno al nexo entre voluntariado y justicia social:
Aprovechamos el 20 de febrero, día de la Justicia Social, para reflexionar sobre la relación entre el voluntariado y la justicia social. Quizás sea una oportunidad para renovar el compromiso de esta práctica transformadora, cuyo propósito es, ante todo, ‘que se satisfagan las exigencias de justicia’ y ‘se quiten las causas de los males’ sociales.
En el contexto social actual, el voluntariado sigue siendo una herramienta clave para promover la solidaridad y la justicia social, comprendida, no sólo como la distribución equitativa de los recursos, sino como la creación de condiciones y derechos que permitan a todas las personas vivir con dignidad. En este sentido, el voluntariado no solo atiende urgencias sino que busca, sobre todo, transformar las estructuras sociales que perpetúan la pobreza, las soledades y la exclusión.
Si alzamos la mirada, podemos intuir que la justicia es un horizonte por alcanzar. Si centramos la mirada en la vida, la justicia implica la concreción cotidiana de derechos y apoyos para generar autonomía, empoderamiento en las personas e inclusión social.
Desde Caritas sabemos que las dificultades que atraviesan las personas a las que atendemos y acompañamos tienen causas estructurales (como la falta de ingresos suficientes, carecer de vivienda o de empleo), de modo que no basta con proporcionar una asistencia o respuesta a cada caso particular, sino que debemos reclamar e incidir políticamente junto con las personas afectadas para abordar las causas que generan dichas dificultades.
En consecuencia, el voluntariado no sólo actúa en el ámbito de la asistencia, sino que también promueve que la política se ocupe de la fragilidad y atienda con urgencia “todo lo que atenta contra los derechos humanos fundamentales”, tal y como señala el papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti.
Esta dimensión pública del voluntariado, añade en Evangelii Gaudium, se concreta en “una acción que mira a los ojos y escucha”, y que desde la profundidad de esa escucha y de su interpretación de la realidad, desarrolla y promueve propuestas sociales y las opciones operativas más concretas y eficaces para lograr la justicia social, tal y como recoge la propia Doctrina Social de la Iglesia.
Todos estos aspectos enriquecen el voluntariado, pero su impacto se queda corto si no lo complementamos con otro de los horizontes transformadores: el amor. Toda propuesta de solidaridad se queda incompleta sino tenemos en cuenta este principio: “el amor siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa”, pronunciado así por el papa Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas Est.
El amor, entendido como relaciones humanas basadas en el afecto y los cuidados, promueve la construcción de una fraternidad y sororidad universal que “mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz”, añadía en Caritas in Veritate”. Es el amor, el que impulsa al buen samaritano a reconocer a una persona fuera de su comunidad no como un extraño, sino como un igual. Es el amor quien impulsa la solidaridad universal porque “al amor no le importa si el hermano herido es de aquí o es de allá”, incide Francisco en Fratelli Tutti.
(Ilustración realizada con asistencia de Inteligencia Artificial por Sadek Ahmed para la ONU)
En definitiva, y en palabras de Adela Cortina, “es la compasión, la que nos lleva a preocuparnos por la justicia que implica algo más que una serie de acciones benéficas”. Es el amor el que nos lleva a considerar a toda persona "valiosa, digna, grata y bella,”. Y es ese amor, “el amor al otro por ser quien es, el que nos mueve a buscar lo mejor para su vida”, destaca Francisco.
Lo resume bien Adela Cortina, el voluntariado se hace cargo de “poner proyectos de felicidad que incluyan innegociablemente la justicia (…) y de satisfacer las necesidades de esperanza, de consuelo, de ternura, de sentido, que nunca podrán reclamarse como un derecho”.
ia Artificial por Sadek Ahmed para la ONU)