fbpx SEPT24: Derecho a la vivienda | Caritas Gipuzkoa Pasar al contenido principal

Hasta hace poco, Omar era una "persona sin hogar", alguien invisible, sin nombre en la multitud, un número en las estadísticas de la exclusión residencial.

En Caritas, Omar es un joven con sueños que lucha por su vida, al igual que otras 1.747 personas en Gipuzkoa, según el último informe de Eustat.

Omar tenía solo 14 años cuando se vio obligado a tomar la decisión más difícil de su vida: dejar atrás su hogar en un pequeño pueblo de Kabilia, una región montañosa al norte de Argelia. Era el mayor de cinco hermanos, vivía con su familia en condiciones de extrema pobreza, enfrentándose diariamente a una lucha constante por sobrevivir. La violencia y la inestabilidad política que azotaban la región hacían que la situación fuera aún más insostenible. Ante la falta de oportunidades y con la esperanza de construir un futuro mejor, Omar decidió emprender un peligroso viaje hacia Europa.

La noche en la que tomó la decisión, Omar recuerda las lágrimas inconsolables de su madre y la expresión preocupada de su padre que ya había perdido a su hermano menor en una embarcación que zarpó dos años atrás con once personas a bordo. Con el peso de esa despedida, Omar emprendió su travesía, moviéndose en camiones y a pie, sorteando controles policiales y militares, hasta llegar a las costas de Orán, la segunda ciudad más grande de Argelia.

En Orán, se ocultó en los suburbios, sobreviviendo con lo poco que tenía, mientras aguardaba el momento adecuado para embarcarse. Durante semanas, vivió en condiciones extremadamente precarias, enfrentándose al hambre y la incertidumbre sobre su futuro. Después de muchos intentos fallidos y tras ser engañado por mafias que se lucraban con la desesperación de quienes migraban, Omar finalmente consiguió un lugar en una lancha.

Con el mar Mediterráneo delante, su destino era alcanzar las costas andaluzas, concretamente Almería, con la intención de continuar su camino hacia Francia. Seguía siendo un adolescente, con muy poco dinero y un futuro incierto. Recuerda una embarcación frágil, llena de compatriotas, en las que viajaban también mujeres con bebés en brazos. Durante dos días y dos noches, Omar navegó acompañado por el miedo y la desesperación hasta que finalmente alcanzaron las costas españolas, concretamente Almería.

A su llegada a España, Omar fue trasladado a un centro de menores en una ciudad cuyo nombre ha olvidado. Allí intentó adaptarse a una realidad nueva, pero, al cumplir la mayoría de edad, se enfrentó a la dura realidad de ser un joven migrante en un país extranjero, sin encontrar empleo ni vivienda. El rechazo, la soledad y la frustración le llevaron a una espiral de alcoholismo, peleas y pequeños delitos. En un intento desesperado por cambiar su suerte, hizo autostop hasta Madrid con el propósito de llegar a Francia y encontrar un futuro mejor.

Sin embargo, Omar terminó en Donostia, una pequeña ciudad, dispuesto a seguir peleando por ese ansiado futuro. Durante once meses, durmió en los bajos del antiguo estadio de Anoeta, hasta que se reformó y desapareció su pequeño refugio nocturno.

Los servicios sociales tardaban en darle soluciones. Necesitaba apoyos, orientación, desahogarse, llamar a su madre, además de comer y un lugar donde estar seguro. Tras nueve meses de espera y en la calle, logró entrar en Hotzaldi, un centro de acogida nocturna de Caritas donde encontró cierta estabilidad y el apoyo del equipo humano de Bidelagun. Gracias a ello, Omar se asentó y comenzó a trazar un nuevo camino, dedicando tiempo a formarse, incluso a realizar prácticas, que le están brindando la oportunidad de empezar de nuevo. Hotzaldi ha supuesto un lugar seguro con apoyos (lo más parecido que ha tenido a un hogar), desde el que ha comenzado a recomponer otros ámbitos de su vida.

Han pasado 7 años desde su salida y Omar sigue soñando con trabajar en un taller y vivir en un pequeño pueblo del interior de Gipuzkoa, donde pueda ser un vecino más. Un guipuzcoano más.

Hasta hace muy poco, Omar era una "persona sin hogar", alguien invisible, anónimo, sin nombre en la multitud, un número en las estadísticas de la exclusión residencial. En Caritas, Omar es un joven con sueños que lucha por su vida.

Hasta hace muy poco, Omar era una "persona sin hogar", alguien invisible, anónimo, sin nombre en la multitud, un número en las estadísticas de la exclusión residencial. En Caritas, Omar es un joven con sueños que lucha por su vida.
Como otras 1.747 personas en Gipuzkoa,
según el último informe de Eustat.
Por qué te contamos la historia de Omar

Caritas Gipuzkoa pone este curso el foco en la vivienda, en concreto, en las dificultades de acceso, mantenimiento y disfrute de ella que vive gran parte de la sociedad guipuzcoana, pero, sobre todo, las personas y familias con mayores dificultades sociales y/o económicas.

La realidad de los datos en relación con este ámbito refleja lo que la ciudadanía vive y lee en los medios de comunicación: "crecen las situaciones de exclusión residencial y el porcentaje de gastos excesivos (el 15,2% de la población vive en hogares que están en esta situación) ”. A su vez, se incrementa “el coste que supone el acceso a la vivienda en Euskadi, tanto en régimen de alquiler como en régimen de compra, así como las situaciones de vivienda insegura e inadecuada“ (la vivienda insegura afecta al 4,7 % de la población vasca y la vivienda inadecuada al 8,5% ).

Como en la historia de Omar, el sinhogarismo es una de las caras más duras de las dificultades de acceso a la vivienda que se está transformado debido a los flujos migratorios, dando lugar a un peso “creciente de jóvenes extranjeros que explica en gran medida el aumento de las personas sintecho que se registra y no solo en Euskadi” “. Entre 2018 y 2022, la cifra de personas sintecho creció un 25% en Donostia. En el resto de municipios de más de 50.000 habitantes se observa también un aumento, mayor en Errenteria y en Irun” . Por lo tanto, “buena parte del aumento del número de personas “sintecho” se explica por el número de personas extranjeras “sintecho”.

Nos hacemos eco de la definición de sinhogarismo que hace FEANTSA (Federación Europea de Organizaciones Nacionales que Trabajan con Personas Sin Hogar) y de la que la Confederación Caritas es miembro: las personas sin hogar “no pueden acceder o conservar un alojamiento adecuado, adaptado a su situación personal, permanente y que proporcione un marco estable de convivencia, ya sea por razones económicas y otras barreras sociales, bien porque presenten dificultades personales para llevar una vida autónoma”.

En Caritas sabemos que “la vivienda es un espacio vital, imprescindible para la socialización, para ser parte de una sociedad, es decir, es un factor de inclusión social de primer orden”. Es cierto que convencionalmente nos referimos a la vivienda como una «necesidad», incluso como una necesidad que tiene una evidente dimensión «social». Pero no podemos limitarnos a una visión simplista. Desde Caritas defendemos la casa, el hogar, la vivienda como un “derecho humano, inherente y necesario para la vida en dignidad plena”.

La vivienda es un hogar donde, no sólo se pueden cubrir necesidades básicas como la alimentación y el cuidado personal, sino que es un espacio de descanso, intimidad, de relaciones familiares, de participación en un entorno, de arraigo e identidad social.

Con esta campaña y este lema, Caritas Gipuzkoa hace hincapié en el derecho a la vivienda que tienen todas las personas para que, desde una mirada universal, podamos ir concretando y, sobre todo, eliminando las barreras sociales, económicas y administrativas que tienen personas como Omar para acceder a ella. Y que tengan la oportunidad de construir un hogar.

Caritas Gipuzkoa ante el sinhogarismo

Para promover el desarrollo integral de las personas sin hogar y satisfacer sus necesidades más básicas, Caritas Gipuzkoa cuenta con varios programas y/o centros.

Todos ellos pretenden apoyar las necesidades materiales pero, principalmente, empoderar y generar autonomía en las personas a través de apoyo psicosocial. En esta labor se centran las personas profesionales y voluntarias de Bidelagun; quienes imparten clases de castellano; las personas que desempeñan su tarea en el centro nocturno Hotzaldi; en el centro de día/nocturno y comedor social Aterpe; así como en los centros residenciales Sorabilla, Trintxer y Emeki, este último, dedicado específicamente al acompañamiento de mujeres sin hogar.

No obstante, desde Caritas Gipuzkoa vemos con preocupación el aumento del sinhogarismo en nuestro entorno, por ello vemos necesario hacer un llamamiento tanto a las administraciones públicas como a la sociedad civil para lograr, entre todos y todas, la inclusión real de personas como Omar y hacer frente, así, al sinhogarismo.

¿Qué proponemos a las administraciones públicas?

Para abordar esta problemática de manera integral, es esencial que las Administraciones públicas tomen más medidas y articulen más apoyos ante el crecimiento del sinhogarismo en nuestro territorio.

Hacemos un llamamiento a que se implemente una coordinación más efectiva entre los servicios sociales municipales, forales y autonómicos. Para ello es necesario articular una mejor y más eficiente colaboración entre los sistemas de protección pública (servicios sociales, salud, educación, empleo, garantía de ingresos, vivienda) y con el tercer sector social, para cumplir con el objetivo de generar una red de apoyos coherentes capaces de acompañar y sostener el proceso de inclusión de las personas.

Se debe garantizar un acceso rápido y eficiente a los servicios de urgencia. Para ello es preciso facilitar el padrón y acortar los tiempos de espera para acceder a los centros de acogida, proporcionando un acompañamiento socioeducativo para que las personas que viven en la calle no caigan en un estado de desesperanza. Estos apoyos, además de cubrir necesidades básicas como la alimentación o el aseo, suponen un lugar seguro desde el que obtener orientación integral en aras a lograr la inclusión social y evitan caer en la ansiedad que provoca en muchas personas la falta de perspectivas de futuro.

Esta propuesta coincide con la necesidad recogida por la II Estrategia Vasca contra la Exclusión Residencial Grave 2024-2028: “se debe garantizar desde las políticas públicas el acceso a la vivienda a colectivos específicos como las personas jóvenes y migrantes a través de programas concretos, asegurando que cuenten con las herramientas necesarias para mantener su hogar”.

Y a la sociedad: ¿Qué puedes hacer tú?

Desmonta prejuicios con datos reales y rechaza la criminalización de las personas sin hogar por el mero hecho de serlo. En muchos casos, estas personas son reprobadas simplemente por ocupar espacios públicos o por no tener un lugar donde vivir. Esta criminalización de la pobreza es injusta pero, además, agrava el problema al empujar a las personas sin hogar a situaciones aún más precarias. Debemos rechazar estas políticas y exigir a las instituciones que profundicen en un enfoque basado en los derechos humanos, que prioricen la protección y el apoyo a las personas sin hogar en lugar de su criminalización.

La lucha contra el sinhogarismo es una responsabilidad de la sociedad en su conjunto. Cada persona, de forma individual, podemos contribuir a mejorar la situación de las personas sin hogar, ya sea a través del voluntariado, apoyando iniciativas sociales o simplemente mostrando empatía y respeto hacia quienes viven en la calle. La solidaridad y el apoyo comunitario son esenciales para construir una sociedad más inclusiva y justa, donde todas las personas tengan la oportunidad de vivir con dignidad.

Las personas sin hogar no son sólo números en las estadísticas, detrás de cada una hay una historia, una lucha y un sueño. No debemos entender el sinhogarismo como una condición permanente, sino una situación de la que se puede salir con el apoyo adecuado. Como sociedad, debemos dar visibilidad a estas historias, para sensibilizar a la población y generar un cambio en la forma en que entendemos y abordamos el sinhogarismo. Algo que podemos hacer comenzando desde nuestro entorno más cercano.